Nos Morimos y el quehacer no se acaba
El trabajo que la mayoría de mujeres hacen en el mundo, que es el trabajo reproductivo y doméstico, es ignorado. Y ese trabajo es la base del capitalismo porque es la forma en la que se reproducen los trabajadores. El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es un trabajo para producir a los trabajadores para el capital y es un tema central. Si no hay reproducción, no hay producción.
Silvia Federici

La intención de este proyecto nace a partir de la reinterpretación de un tríptico con una serie de imágenes tomadas en mi adolescencia.
En ellas aparece mi madre barriendo y sin intención, ella va tomando menos importancia en las fotografías, centrándome en mi padre sentado, jugando con unas mascotas que teníamos en esa época.

Los números, las estadísticas, y digamoslo, la experiencia nos han mostrado lo que todos sabemos: en 2024, después del Segundo Sexo, después de las teorías feministas marxistas, después de muchos intentos de enmarcar el discurso de muchas maneras: las mujeres sigan la fuerza mayor del hogar, y por lo visto, lo seguirán siendo. No solamente se trata de fuerza laboral, de emancipación, de moral, de prácticas: se trata de un orden. Un orden tan familiar a un destino que la práctica no lo ha podido suplantar. Y nosotras, las de generaciones de mujeres que no queremos el orden, tampoco hemos podido escapar o eludir de ello: por un lado, nadie quiere vivir de mala manera en una casa sucia, y por otro nuestras madres, tías, hermanas, sobrinas: todas están embarradas en la gran fiesta del aseo y de la casa. Lo sabemos: El futuro depende de nuestra estructura.
En México, muchas mujeres limpian la casa de otra, y llegan a la suya, a apoyar a sus madres al cuidado de la casa y a criar a sus hijos propios. Nuestro país es abusivo con las mujeres y con las infancias y nadie necesita una estadística más. Las madres encargamos a nuestros hijos para producir y cuando no lo hacemos estamos a merced de un hombre que simplemente nos abusa por el poder que él tiene de conseguir retribución económica. Lo sabemos, nadie nos paga por trabajar en casa, y menos nos respetan como para compartir sueldo de manera equitativa. Estamos solas ante un sistema que solamente reproduce nuestra explotación.
Sabemos que muchas mujeres heredamos el cuidado de la casa como un destino y una verdad, como un sacrificio insondable que afectó el propio destino de nuestros padres que estamos reproduciendo al amar. Al final, nuestro afecto se planta honesto y sin regreso hacia la que nos alimentó.
Dejando la estadística de lado y con toda evidencia en mano, asumiendo que el hogar ya ni es un problema de clase, sabemos que un número grandísimo de mujeres sigue encontrando la paz y la verdad en su hogar, no limpiando sino gestando. Pero preguntemos:¿Creciste en un hogar abundante o carente?
Sea como sea, por más que lo gritemos, las mujeres seguimos repitiendo el patrón de ser esa fuerza que ordena, crea, permite una casa, y paradójicamente, no tiene tiene derecho patrimonial a la misma.
Hay evidencias en que antes de la conquista, en sociedades de México el fuego estaba organizado alrededor de la mujer, quien por lo tanto, tenía la tarea de alimentar a la tribu de un hombre poligamo, un poco a modo de la práctica árabe.
Y el respeto al orden matriarcal y al amor que le tuvimos a nuestra madre nos impide tirar la casa por la barda. El impulso a perpetuar la especie nos obliga a no querer traicionarla. Eso también lo sabemos.
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Los proyectos que la fotógrafa Elizabeth Trejo ha desarrollado en los últimos diez años han tratado del espacio doméstico, y el sistema de correspondencias que existe entre los cuerpos y sus entornos, haciendo uso de la fotografía para encuadrar los aspectos emocionales y las marcas que deja lo vivido sobre el hábitat y el cuerpo. Su mirada sensible y su naturalidad para contar historias a través de las imágenes que se provocan casi accidentalmente, por el paso del tiempo y de las acciones sobre las cosas, le han permitido indagar de manera profunda sobre las relaciones que constituyen la identidad familiar, su naturaleza, y de manera más extensa, visibilizar los lazos invisibles que nos aten a representarnos en el gesto de vivir. Hay una indagación sobre el pasado a través de lo que casa ya no es, o fue, un intento de recordar cómo eran las cosas ahora que ya no se ven iguales. La búsqueda del cuerpo de la madre ha sido consistente en esta arqueología de lo vivido; y este nuevo proyecto lo manifiesta de manera silenciosa al acercar imágenes de su pasado y fotografías de su madre en la casa, al de las siete entrevistadas, quienes abrieron sus universos domésticos y le contaron acerca de su relación al aseo. El aseo y el orden de nuestra casa nos refleja en gran o pequeña medida, pero de manera general, nos permite entrever lo que no siempre podemos reconocer a través de una mirada consciente. Estas mujeres y su relación a la limpieza, a la repetición, al regreso eterno del polvo sobre los objetos que también se acumulan en los espacios porque nos vamos llenando de cosas, se muestran con honestidad.
La presencia de una estética doméstica es un testimonio del paso de nuestro ser sobre las cosas, y es un poco eso que nos queda del silencio de estas imágenes, que contrastan en su belleza de las circunstancias vividas por estas mujeres que de alguna manera, viven y se mueven en el silencio y el olvido de sus entornos. El visibilizar no es solamente dar voz, sino también dignificar la estética de los pequeños gestos que pasan desapercibidos en nuestras arquitecturas domésticas.
Virginie Kastel Ornielli
viernes 3 de mayo de 2024
Virginie
3 mayo de 2024
Entable un conversación con cada una de ellas y documente su hogar , mediante el uso de este cuestionario:
https://forms.gle/5AAUqNJsfoUTkVUv9
Además 6 de ellas hicieron su propia bitacora visual de su semana o dia, ellas mismas o con la ayuda de su familia.
Registro en la Biblioteca Central del Estado Fray Teresa de Mier, Macroplaza, Monterrey, Nuevo León.
Video, realizacion de Victor Palomares @vicpalomaress
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