2020
Conscientes de nuestra mortalidad, trazamos direcciones colectivas o de común acuerdo.
Llevar en plenitud el estadio entre el nacimiento y la muerte.
Gradualmente se desvanecen los mapas impregnados en nuestra cabeza.
Algunos navegamos sin mapa, abandonados en la corriente: a la deriva.
Cual primate imitando los gestos y acciones de los demás. Sin cuestionarnos el destino.
El cúmulo de posesiones no sacian el deseo de tener.
El sin sentido y el único objetivo de satisfacer los intereses individuales reinan, si ya todo está perdido, ¿qué caso tiene pensar en lo que está fuera de mí? Los centros comerciales llenos, las selfis en lugares turísticos es lo que importa. Aunque solo sea un par de minutos, llevar el outfit adecuado, esperar a que las nubes desaparezcan.
Tener la mejor apariencia, la superficie de algo hueco es lo que da valor.
La sonrisa dice que eres feliz. Ya no hay espacio en el armario para más ropa, pero sigues deseando ropa nueva. Vas cinco días a la semana (si eres de los privilegiados que descansan los fines de semana) a trabajar, siendo solo un pequeño engranaje para la maquinaria que genera dinero.
Eres un ejecutor sin un propósito propio. Más cercano a lo robótico que lo humano. Aislado con tus audífonos. Aún somos seres emocionales, nuestra angustia, miedo y deseo son usados a ton y son para convertirlos en acciones de consumo. Los recuerdos digitales tocan nuestras fibras sensibles y nos generan nostalgia.
Al ver los viejos álbumes de fotos, que aún (algunos) guardamos, nos preguntamos si en realidad la forma en que llevamos nuestra vida es satisfactoria.
En este recorrido de imágenes del pasado y presente, creo un mapa, entre fotos propias y de otras mujeres cercanas, de los posibles caminos tomados. ( Aun no hay imagenes)