El texto que Ruth Rodríguez escribió para esta muestra sobre su barrio
El barrio en las entrañas o las entrañas en el barrio.
Al observar el proyecto de Eliza Trejo sobre el barrio La Granja Sanitaria, lo primero que me trastoca de manera profunda, es la fotografía en blanco y negro de esa calle con ese caudal de agua bajo ese cielo inmenso; fueron muchas ocasiones similares que nos marcaron a todos los habitantes. Cada vez que llovía, quedábamos atrapados de un lado o del otro y debíamos cruzar tomados de la mano o mediante un pequeño puente peatonal, desde ahí podemos pronunciar una solidaridad y cuidado entre todos.
Y precisamente un caudal así, es La Granja Sanitaria, al igual que Trejo, nací ahí y mis padres también fueron migrantes, de San Luis Potosí y de Coahuila. No conozco la historia certera de la creación del barrio, sé que hubo una lucha por las tierras, pero todo se vio inmiscuido en una lucha sindical y política, que dejó, lamentablemente, varios muertos. Mis padres casi nunca platicaban de eso, creo que les avergonzaba un poco. Muchos dicen que la colonia se fundó encima de un tiradero de basura, de lo único que estoy certera, es que mi padre, al igual que el de Trejo y como muchos otros, hicieron con sus propias manos, pieza por pieza, esas casas que fueron nuestros hogares por décadas y que aún permanecen; ese esfuerzo y orgullo es una de las conexiones más fuertes que tenemos.
El trabajo fotográfico de Eliza Trejo es realmente nostálgico en un vaivén de retratos, de contextos, de objetos, de personas y personajes. Como olvidar los buenos días cuando las vecinas sacaban sus mecedoras a la banqueta para platicar, así mismo, los adolescentes y adultos con sus bocinas los fines de semana para tocar su música favorita, los niños jugar a las canicas o al futbol en las calles sin pavimento, eso era La Granja Sanitaria, una convivencia que como todo barrio humilde no siempre era pacífica, a veces había riñas entre las pandillas que defendían su territorio, pero también era muy lindo salir de la primaria o la secundaria con nuestro uniforme, corriendo hacia casa para comer con nuestra familia.
Las fotografías instantáneas que observamos en esta serie, reflejan el tiempo, el afán inconcluso de transformación del barrio por parte de gobierno al cambiarle el nombre a uno más lujoso: Valle de Santa Lucía, pero casi nadie de le llama así, ni siquiera los taxistas cuando les pides llevarte hacia allá, para nosotros siempre será La Granja Sanitaria.
Estas imágenes tocarán a todos los que crecieron en un barrio similar, pues nos hablan de una vida humilde, de una lucha diaria de nuestros padres, de una búsqueda a un porvenir constante. Y como bien ella marca, hay lugares y escenas emblemáticas, como el cerro que se volvía una cascada y muchos aprovechábamos para ir a jugar, la iglesia festiva cada domingo llena de puesteros de elotes y helados, el gimnasio con su alberca que la mayoría de las veces estaba vacía, la pequeña biblioteca detrás de la única secundaria que teníamos para estudiar, los puestos de comida o los pequeños restaurantes de tacos, los árboles que se mantuvieron, los árboles que se cortaron, en fin, el trabajo de Trejo rememora fuertemente como si aún estuviéramos allí, saludando a los vecinos.
El acabado singular de sus fotografías son de gran añoranza, tal vez porque ahora estamos afuera del barrio, pero el barrio, ese barrio, La Granja Sanitaria, siempre estará dentro de nosotras.
Ruth Rodríguez
Fotógrafa, docente y gestora cultural
Colonia Granja Sanitaria, Monterrey N.L Mx.
Caminé sus calles cerca de 40 años, mi historia comenzó ahí, con el idilio de mis padres. Lugares comunes que detonan recuerdos. Entre el bullicio del tráfico, la gente transita a pie o en bicicleta sus calles angostas, aunque llevaderas, van sorteando a uno que otro perro.
En esta colonia, antes zona ejidal, no sentía el tiempo, las peculiaridades de barrio popular e historias de violencia, anunciadas por el periodiquero, están arraigadas en mi memoria.
Lugar del que no me sentía parte, pero al salir de él, un vínculo despertó, y no hay vergüenza en decir mi origen de la colonia del miedo. Estas imágenes, de formato pequeño e instantáneo, reviven la timidez con la que viví en La Granja. En un paseo un tanto turístico muestro relatos que las acompañan.